Susana Villarán y/o Keiko Fujimori: Una reina sin corona

Después de más de treinta días de tabulación y conteo y con su principal contendiente en la lona, Susana Villarán puede alzarse como la nueva, y primera, alcaldesa de Lima, la ciudad tres veces coronada villa y, además, ‘la Horrible’. Sin embargo, lo que puede considerarse una motivo de júbilo para sus correligionarios también es objeto de incertidumbre para quienes pensamos más en, lo que en política estadounidense se le dice, The Big Picture o el contexto o panorama sociopolítico de esta victoria y las consecuencias que acarrea para los limeños.

El principal problema que tiene es conciliar con más de ocho millones de ciudadanos. Villarán tiene que darse cuenta que su victoria es pírrica y hasta simbólica por lo apretada de la diferencia entre Lourdes y ella. Si se le agrega el hecho que FS no consiguió ninguna alcaldía en otros distritos, entonces los del partido tienen un trabajo pendiente en calmar aguas, ganarse la confianza de la gente y apaciguar las dudas de unos limeños todavía suspicaces por su nueva burgomaestre.

Otra cosecha del comicio fue la tan mentada resurrección de la izquierda, a lo cual discrepo en considerarla como tal. El grueso del voto por Villarán se debe al rechazo a la figura de Flores Nano y lo que ella representa -empresariado, derechismo, valores tradicionales y conservadurismo- y su rostro relativamente nuevo entre otros dinosaurios rampantes: Kouri, Gonzalo Alegría (figura del zombie político Acción Popular), Humberto Lay y Fernando Andrade. Todos saben que el último modelo es el que más se vende, la novedad es la moda y la masa no piensa sino siempre empuja por donde va la tendencia.

De ese modo alzaría una ceja al imaginarme a un electorado limeño que haya votado por Villarán consciente de un programa socialista a la francesa o chilena o lo que se parezca. Instruidos en la dialéctica de Marx y Engels, bien leídos en los ensayos de Mariátegui y adoctrinados y combatientes en la lucha social del proletariado por la igualdad de las clases y el derrumbe del modelo capitalista que genera pobreza, ignorancia y atraso. No, los votantes de Villarán son quienes vieron en ella un ‘jódete Lulú, ya estás tía y no pasa nada contigo’.

Pero como esta ciudad la compartimos todos y es mezquino y suicida desearle el mal a una autoridad de la que dependes de una u otra forma, lo mejor que puede hacer nuestra nueva alcaldesa es diseñar un plan de trabajo coherente a corto y mediano plazo y ponerse a trabajar en silencio mientras los demás afilan garras y colmillos por alcanzar curul y banda presidencial este 2011.

La fuerza del 2011

Los del Apra creen que se sacaron la lotería al ficharse a Mercedes Aráoz para las presidenciales del próximo año, pero lo que no pensaron es que al hacerlo y despreciar la alianza con el PPC han conseguido fragmentar en mil pedazos la alternativa de centroderecha y conservadurismo que sopesaba la presencia de la siempre impertérrita Keiko Fujimori.

Sin Alex Kouri asomándose, el fujimorismo tiene asegurado un voto duro y bien concentrado en Keiko: la niña de papá, la heredera, la que lleva el nombre y uno de sus mejores e innegables activos, el ser la congresista más votada del 2006.

Con Meche fajada en el continuismo, el PPC sin Lourdes y a la deriva, Castañeda en busca de un vientre de alquiler, Toledo y Humala animando, y PPK con un Restauración Nacional que no logró relevancia en las municipales, lo de Keiko es una victoria sin sudor ni esfuerzo. Ya pasó a segunda vuelta sin gira, ni debate, ni discurso, ni promesas. Se la llevó fácil. No necesitó dividir para conquistar, sus rivales le hicieron el favor solitos.

En caso Fujimori no ganase, el simple hecho de pasar a segunda vuelta y tener esos más o menos 20% de voto duro que ahora le asignan le consigue un instantáneo protagonismo en el Congreso. Por ese motivo cualquiera que fuese a entronizarse nuevo/a Presidente/a tendrá que cogobernar o esperar una oposición disciplinada y con una agenda fija y clara: conseguir el Fujimorato el 2016.

Es que el Fujimorismo ya no es un fenómeno político sino un estilo de gobierno que los cada vez más nostálgicos recuerdan con cierta melancolía. Todo tiempo pasado fue mejor dicen, y parece que para el 2011 los noventas pueden volver con nuevo rostro, igual de chino pero más rechoncho y lozano.