Cmdte. Humala y Susana Villarán o: Cómo aprendimos a dejar de preocuparnos y amar el extremismo

Ollanta Humala ganó las elecciones y ahora entra a la historia como el primer presidente de formación militar en éste siglo. La última administración con un oficial a cargo fue la dictadura sucesiva de Velasco/Morales Bermúdez con los resultados nefastos que ya se conocen. Está en él reparar la fracturada imagen que tienen las Fuerzas Armadas como cantera de líderes tanto en la memoria colectiva reciente como en la responsabilidad de guiarnos en la senda del progreso y estabilidad económica sin perjudicar el bienestar colectivo con iniciativas ideologizadas o presiones partidistas.

Sin embargo, las expectativas que guardo hacia Humala son mínimas. Estoy convencido que pasará a la lista de gobernantes mediocres cuyas promesas excedieron a su legado. Porque, para empezar, las credenciales inmediatas de Humala son las de un oficial felón, golpista y sedicioso cuyo falaz levantamiento es cuestionado como una cortina de humo para cubrir la fuga de Vladimiro Montesinos.

Es así que Humala en su carrera no ha logrado ninguna victoria histórica o decisiva, jamás comandó como Ike Eisenhower. Tampoco ha sido un dínamo inspirador y fundacional de una Nación a lo Charles De Gaulle. Nunca ha ostentado cargo gubernamental ni experiencia en gestión política, su contribución al Ejército fue discreta sino de sospechosa criminalidad. Su performance y herencia en el ejercicio del deber ni se asoma a la de un Colin Powell, no se conoce gesta o doctrina. Fue y es un soldado más.

Dicho eso, entonces Humala muy probablemente sea otro advenedizo de raíces fascistoides y autoritarias que llegó al poder por una serie de circunstancias favorables en vez sus logros personales. Su elección obedece al sentimiento de amor y odio en la sociedad; un odio medular hacia los crímenes asociados al fujimorismo, y un amor irracional por los gobiernos de mano dura de tendencia radical.

Humala es para sus electores esenciales la garantía de un punto de quiebre a una serie de gobiernos corruptos y oportunistas -y que ya adolece de los mismos vicios-, mientras que lo votaron en segunda vuelta por él fue en oposición al status quo encarnado en una candidata conservadora con experiencia tanto ejecutiva y legislativa como Keiko Fujimori.

De similar factura se presenta Susana Villarán, alcaldesa de Lima, cuya hoja de vida ha demostrado ser insuficiente para afrontar con aplomo y eficiencia los primeros demandantes meses de gestión. Su poca habilidad gerencial (ya sea para conducir y/o delegar) es una promesa rota a sus votantes que la eligieron por ser una figura distinta, una evolución al político tradicional y acartonado por uno con mayor insight al pulso de la calle.

A la luz de los hechos Villarán se ha enfrascado ella misma en una serie de conflictos insulsos que debilitan su oficina y amenaza su ejercicio. La tan mentada resurrección de la izquierda por una versión moderna (a la chilena, eminentemente burguesa; y brasileña, pragmática) resultó ser un espejismo delirante que hoy es una gestión genuflexa de reacción tardía y pocos recursos y creatividad.

Si bien todavía la administración Humala está por verse, con la de Villarán ya se atisba un desgaste aceleradísimo y prematuro. Quizá forzado por sobreexposición mediática, pero su (in)capacidad de prevención, planificación y contención deja mucho qué desear de lo que se supone ser una nueva figura política en éste siglo.

El chuponeo que lo liquidó todo

Ha sido tal el impacto de las denuncias de chuponeo en el Reino Unido por parte del tabloide News Of The World que ha llevado a Rupert Murdoch, presidente de directorio y dueño del conglomerado News Corp., a cancelar la edición de uno de los medios escritos más antiguos e históricos de la isla.

Éste incidente me recordó al que tuvo Lourdes Flores cuando Jaime Bayly y Rosa María Palacios decidieron transmitir, por varios días seguidos, los potoaudios. Una conversación íntima y casual con un amigo y miembro de su comité de campaña que la desdibujó y significó un revés que a duras penas pudo superar, pero no a tiempo.

La caída en desgracia de News Of The World demuestra que la prensa no es un poder cuasi divino que está por encima de las leyes y el respeto a las libertades individuales. Y si bien el tándem Bayly/Palacios no chuponeó per se a la candidata sí propaló un producto de inequívoca ilegalidad, por lo que debieron responder por el pésimo precedente que impusieron en su accionar. En la legislación estadounidense es común desestimar una prueba cuando ésta es fruto de un árbol envenenado o, mejor dicho, de dudosa o ilícita obtención. Es una lástima que no se aplique ese mismo criterio a la hora de utilizarla como base de una investigación periodística.

Los límites en el ejercicio de la libertad de prensa son tan difusos, tan frágiles. Es sencillo enarbolar la bandera de la censura y optar una pose de víctima cuando el daño infligido en el ejercicio del labor se pisan honras o se utilizan métodos infames. En Italia se aprobó la conocida Ley Mordaza que limitaba el uso de chuponeo tanto en prensa como en la investigación policial. Así las intenciones de Berlusconi sean subrepticias, el valor de delimitar con certeza lo que es público y privado tiene un valor inequívoco que haríamos bien en revisar la legislación actual a modo de oportuna actualización en beneficio de la calidad de información y la salud pública.

MOMENTO AUDIOVISUAL: