«Cómo vivir en Lima, Ciudad de Nadie»… ni siquiera de su alcaldesa 250 días después

por G. Bastas Chipoco


Quien recordase a la confrontacional y casi belicosa candidata Villarán durante la intensa campaña municipal del año pasado podría imaginarse que pese a sus erráticos vaivenes ella posiblemente podría tener un sólido plan de ejecución a corto y mediano plazo manteniendo en mente sus prioridades en todo momento: seguridad ciudadana y transporte.

Sin embargo, a la luz de los hechos pareciese que la oficina le ha quedado demasiado grande y las expectativas naturales de la ciudad han sido en extremo demandantes y abrumadoras. La alcaldesa Villarán ha estado trabajando sin brújula, con la opinión pública en contra y los medios enfocándole cada paso mal calculado. Por otro lado, el staff de la Municipalidad poco han hecho para demostrar eficiencia sino se han hundido en descréditos y denuncias que afectan su desempeño, imagen y gobernabilidad.

Con la posibilidad de una revocatoria y su nivel de aprobación en lo más ínfimo es complicado hablar de un futuro promisorio para su gestión mientras que los problemas en la urbe arrecian. Tras el atentado contra la niña Romina y el asalto a los Reggiardo está clarísimo que el respeto por la vida humana no significa nada; mientras que, al mismo tiempo, celebridades y figuras públicas también son víctimas.

Mientras que la administración García concluyó y la nacionalista ya empezó, en el ínterin Villarán ha conservado una tirante relación con el primero y una bastante gélida con el segundo. La Comisión de Seguridad del Congreso, presidida por Reggiardo, va a tardar en realizar estudios y proponer soluciones, al tiempo que el Ministerio del Interior va a enfocarse a un nivel más nacional que localista y metropolitano. Es entonces que la seguridad de Lima en sí recae en su máxima autoridad cuyas primeras iniciativas resultan sino insuficientes hasta insignificantes.

Villarán pareciera estar esperando a que el Ejecutivo o el Congreso le resuelvan los problemas, que le desembolsen mayor presupuesto cuando ni siquiera invierte con inteligencia y efectividad el que ya maneja. La alcaldesa divaga en opiniones personales y pleitos de boca con el Arzobispado, en posiciones ajenas a su Oficina, los padres de familia, el sector conservador de la sociedad y la lista sigue.

Villarán no nos lleva a ningún sitio

Por otro lado el primer paso firme dado por la Oficina Municipal ha sido la aplicación de la iniciativa del Bus Patrón –cuya idea básica de un modelo uniforme de transporte, rutas y paraderos definidos es elemental, lógico y plausible- que ha traído más cuestionamientos.

Especialistas afirman que el uso inmediato del Euro 4 es apresurado y requiere un mayor y progresivo tiempo de adaptación. Sin embargo, Villarán parece cerrar filas a su plan o capricho y concede poco pese a sus credenciales de concertadora. Nuevos paros se aproximan si no se toma con seriedad el asunto.

Más pequeños, pero igual de problemáticos, es el de los taxis que vienen siendo mangoneados desde incluso la gestión Andrade y su taxi amarillo sin resultados contundentes y promisorios. De plano ya se sabe que hay una sobredemanda de servicio por lo que tanto el Ejecutivo como la MML deben de coordinar alternativas de empleo a la urgente poda y filtro de taxistas que la ciudad demanda.

Un año se va y las posibilidades y proyecciones de un cambio para Lima que sea razonablemente aplicable a tiempo se estrechan. Villarán deambula entre denuncias y sinfín de críticas, la ciudad va perdiendo fe en su autoridad, los líos siguen y aumentan y, al final, quienes lo padecen es el ciudadano de a pie. No obstante, la alcaldesa todavía tiene tiempo para encaminarse y trabajar 24/7, tiene tres años más y no tiene porqué llevársela tan fácil.

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